viernes, 15 de junio de 2007

Mr. Bush en los Balcanes

No dejan impresionar esas fotos enfocando a cientos de albaneses dándole besos en la mejilla a Bush. Con todo el desprestigio de su administración en Occidente, América Latina incluida. Algunos miembros de la Unión Europea también. Oriente Próximo ya no digamos. Y ahora esto.

Aún así, juzgar a los albaneses no podemos. Como dijo Emir Suljagic, sobreviviente de la masacre de Srebrenica, al ser entrevistado por El País en relación a su libro "Postales desde la tumba": "Me niego a juzgar a la gente por lo que hizo para sobrevivir". Al igual que Croacia y Bosnia, Kosovo también sufrió la crueldad de los serbios al intentar proclamarse como nación independiente. Y a diferencia de los otros dos, al menos la OTAN respondió.

Ahora Bush ha llegado a Albania abogando por la independencia de Kosovo, y Naciones Unidas se ha unido a ese llamado. ¿Qué pretende Bush exactamente con esto? Ante las recientes diferencias con Putin, tal vez mermar el "poderío ruso" en los Balcanes desafiando a Serbia, con algunos miembros del poder político y militar de entonces condenados por crímenes de guerra. Eso no estaría del todo mal si no fuera porque Bush ha ofrecido expresamente a Serbia la posibilidad de entrar a la Unión Europea y a la OTAN si admite la independencia de Kosovo. Faltaba más.

Indigna terriblemente ver que aún son muy, muy pocos los funcionarios de Milosevic juzgados y condenados por crímenes de guerra en Croacia y Bosnia, la resistencia de Serbia de entregar a Mladic y Karadzic y de paso viene Bush y ofrece estos privilegios diplomáticos a una nación que impulsó tremendo genocidio en territorio europeo a las puertas del siglo XXI. Quizá Bush no imagina la vergüenza que significó eso para Europa. A lo mejor no se le ha ocurrido pensar en el impacto futuro que semejantes palabras podrían tener en una región ya de por sí bastante conflictiva, con muchos traumas históricos latentes y rencores étnicos que podrían salir a la superficie en cualquier momento, de manera violenta. Bush llega, habla y se va, y cualquier represalia que tomen los serbios la van a sufrir nuevamente los albaneses de Kosovo. Es una posibilidad. Aparte de que después que eso suceda estará Kosovo pidiendo los mismos privilegios, reclamando el "trato preferencial" a los serbios, y las luchas de poder se fortalezcan.

O quién sabe si a lo mejor lo que anda buscando es un nuevo socio en su prioridad número uno: Irak. Aparte de Estados Unidos y Gran Bretaña, los únicos países con tropas en territorio iraquí son El Salvador, Polonia y Georgia, todos con necesidad del favor de Washington -quizás más El Salvador-. Irak, una guerra que se mantiene a pura compra de voluntades.

Por último, después de la decepción y vergüenza de Irak Bush necesitaba levantar su propio ego un poquito, y de paso recordarle al pueblo norteamericano que Estados Unidos está para llevar libertad y democracia a quienes no las tienen, de cara a las elecciones presidenciales del próximo año. Pero para ser franca, no creo que a los estadounidenses les interese gran cosa los Balcanes -tienen en la cabeza a Irak, Bin Laden y a Latinoamérica- y la dinámica de las repúblicas de la ex Yugoslavia es demasiado complicada para que Bush pueda simplificarla con el típico juego de buenos y malos.

Citas de contraportada y otros rituales

Hace unos años vi en una serie televisiva estadounidense cuyo nombre no recuerdo en lo absoluto un episodio sobre un joven escritor que un día de tantos conoció en persona a uno "de renombre", y pasa la media hora que dura el episodio -descontando los comerciales, claro- rogándole a este hombre que le regale una cita para su último libro. Después de mucho correr y rogar, el hombre accede y le da una cita que, francamente, decir que es para partirse de risa es una ofensa.

Pero el joven autor cumplió su cometido. Y el episodio cerró con un "final feliz". Bah! Cada vez que me encuentro con un libro debo admitir que al ver que está escrito en inglés ya me espero las tradicionales citas de la contraportada, esas resaltadas en letras doradas, plateadas, colochas que tratan de convencernos en dos o tres líneas -eso sí, aparte de atractivas, cortas!- por qué el libro que tenemos en nuestras manos es grandioso.

A decir verdad, esa práctica me molesta. Mucho. Soy una lectora sin remedio, y considero que quien escribe un libro es el que de verdad debe convencerme de la calidad del producto. Las opiniones podrán ser importantes, pero no deberían ser un parámetro para decidir si ese libro tiene todo el potencial de gustarme o no. Únicamente yo puedo decidir eso. Además, dado que las citas son muy cortas, nunca pueden aportar información valiosa sobre el contenido del libro o la forma en que está escrito. Más bien la finalidad es puramente comercial. Y eso también me molesta.

Leer es uno de los placeres más personalizados que existen, y algo que a uno le puede parecer grandioso a otro le parece un asco. El mismo libro. Las mismas ideas. Percepciones totalmente distintas. Y ambos pueden ser lectores por conocimiento y por convicción. Y eso atrae. Pero las citas pueden opacar esa sensación de unicidad, de que la forma en que yo me encontraré con esas páginas e ideas es muy particular y si yo quiero decir al final que es grandioso puedo y si no, pues no. Y no tendré en la contraportada -o en la portada, que es peor- citas de "autores de renombre" diciéndome que estoy equivocada si el libro no me gusta en lo absoluto.

La lectura es tan personalizada que incluso cada quien tiene sus propios rituales. Otra cosa que detesto con el alma es cuando los libros están totalmente empaquetados. Si un título me llama la atención, veo la contraportada -tratando de esquivar las citas, claro- y luego paso al índice, algunas veces hasta la introducción. Hay libros que me han atrapado hasta la primera frase. Y me han parecido grandiosos al terminar de leerlos. ¿Y las citas? No, sin citas. En ese momento únicamente yo he decidido por qué ese libro me ha impactado tanto, y tal vez así millones de lectores. Eso no tengo necesidad de saberlo, y quizás el no saberlo le añade placer a la cuestión.

Pero cada vez hay más libros con millones de citas recordándonos que la industria y el comercio están en todas partes, incluso en aquellos parajes que considerábamos más personales, y que muchos artes -el cine y la música quizá los más tocados- nacidos como tal se han convertido en sólo un par de opciones de entretenimiento.