domingo, 4 de enero de 2009

Pronósticos y propósitos de año nuevo

Siempre me hacen gracia los pronósticos de "adivinos", "clarividentes", o bueno, de los que viven de los horóscopos, cada vez que comienza un nuevo año. Desastres naturales por aquí. Catástrofes financieras por allá. O simplemente se agravan las que ya existen. De vez en cuando hasta tocan a cierto político y a una que otra celebridad. Como una vez, cuando en una caricatura de periódico salió un hombre con una bola de cristal diciendo que el mundial de Francia '98 se desarrollaría sin la participación de El Salvador. Sigo a la selecta, es mi país, pero reconozco que el desempeño del equipo es tan decepcionante que no se necesitan adivinos para darse cuenta. Ni siquiera se necesita saber de fútbol, pero eso es punto y aparte.

Empezar un año nuevo trae optimismo, pero ahí cerquita y medio indeseable, como un chicle en el zapato, viene también la incertidumbre. El futuro gusta y asusta. Más bien pensar en él. Imaginarse cosas. Hacerse ilusiones, expectativas, soñar con una promoción laboral o bajar de peso. Más ropa, más cara y más bonita. Un carro. La lista es interminable, y a menudo, cuando el año termina, o se nos ha olvidado lo que queríamos lograr o nos dimos cuenta que desgraciadamente la realidad suele superar a la ficción, y el tiempo y/o el dinero no fueron suficientes.

También es inevitable pasar revista a los errores cometidos, por acción y omisión. Los "hubiera", esos fantasmas que les gusta asaltar de noche o de madrugada especialmente, o cuando alguien los menciona. Y hay años en los que realmente nos hemos pintado para eso, para traer más problemas a nuestra vida por malas decisiones aparte de la "cantidad normal" de problemas que podemos experimentar y que vienen porque quieren, sin cita previa. Sobre este punto, me gusta particularmente cómo lo resume Bridget Jones cuando habla de "cierta cantidad de m..." que la vida te da y cómo después de un período así se puede -y debe!- pasar algo bueno. Y justo en ese momento cae presa.

Pero muchos dicen que es bueno tener propósitos claros e inamovibles cada año que comienza. No me refiero al tradicional "después de las vacaciones prometo ir al gimnasio", "esta vez sí intentaré estudiar más", etcétera. Una prima escribió en 2007 tres cosas que deseaba haber logrado cuando ese año finalizara, y de hecho, se cumplió. Todo. No basta desear cosas buenas. Hay que tener claro qué quiero lograr en este período de tiempo específico y emprender acciones concretas para hacerlo realidad. Podría funcionar, porque uno se concentra en vez de esperar que la suerte toque a la puerta o que todo caiga del cielo.

Así que a escribir esa lista, respirar profundo y... ¡Reiniciar! Suena como un buen propósito, no? ;)