domingo, 15 de abril de 2007

Profesionales de éxito

Recientemente estuvo en mi país un exitoso empresario que a la vez se dedica a "asesorar" a la juventud de varios países del continente. El título de este blog era el título de la ponencia que dio en una universidad local, a la cual asistieron numerosos jóvenes, estudiantes en su mayoría.

Podría decirse que fue una charla del tipo "esfuérzate y podrás hacer realidad todos tus sueños", tan de moda en estos días; no digo que tengamos que esperar que todas las buenas oportunidades nos vengan solas, y de hecho gran parte de la satisfacción al conseguir una meta proviene del esfuerzo invertido en ella, pero considero que esta afirmación no deja de ser peligrosa por dos razones:

Una, y es probable que quienes comulguen con la izquierda estén de acuerdo conmigo, es que ese es uno de los estandartes principales para justificar el capitalismo. Especialmente viviendo en la globalización, se nos sigue diciendo que es mentira que existan estructuras socioeconómicas, políticas e incluso culturales que contibuyen a acentuar las desigualdades sociales y la marginalidad, que la pobreza es "mental" y que si hay muchos que son pobres es "porque quieren". Que con esfuerzo se puede pasar de ser un vendedor ambulante a un exitoso empresario. En mi país, dado que el sector empresarial es sumamente fuerte, muchos eventos orientados a la "promoción de la juventud" y a formar "líderes" tienen este énfasis, como si nuestra medida como personas se obtuviera mediante nuestro poder para mantener o fundar empresas y para consumir en los lugares más exclusivos. Hasta ahí. El resto es nada.

Incluso uno de los ejemplos de esta persona, cuyo nombre omitiré, se refería a esto: "imaginen que están en la Gran Vía -uno de los centros comerciales más caros del país- y pueden entrar en cualquier restaurante sin preocuparse por los precios, porque podrán pagar de todos modos y llevar a quien quieran. Eso es el éxito". Un asco. No hay manera más suave de decirlo.

La otra razón, más espiritual si se quiere, se refiere a la total ausencia de la perspectiva de Dios en todo esto. "Esfuérzate y lograrás ser alguien". Punto. Y esta concepción es, en mi opinión, una de las más peligrosas, porque reduce nuestros destinos a lo que está en nuestro control, y se nos dice que no necesitamos de nadie para llegar a donde queremos. Y no es cierto: aún quien más se esfuerza, siempre tiene personas a quienes agradecer una oportunidad, un oído, una palabra de aliento, y por supuesto, como dice Juan el Bautista en el Evangelio, nadie puede tener nada si Dios no se lo da. Esta es la realidad.

Este tipo de consignas podrán ser útiles mientras se sube la "escalera al éxito". Y después? Qué pasa cuando se ha llegado a la cima? Qué queda de nosotros aparte del dinero, las acciones, las proyecciones en el mercado, los carros, los "amigos" ganados en los momentos de prosperidad? Y esto es quizá lo más terrible de la idea de éxito que se promueve. Porque reduce nuestra valía como personas en función de lo alcanzado, y de la cantidad de aplausos que recibamos. Mientras que por dentro nos despedazamos, nos ahoga la conciencia al recordarnos una y otra vez que sin todo eso no somos nadie. Y luchamos por mantener aquello que hemos ganado, con lo cual empieza lo verdaderamente peor de nuestra esclavitud.

Me preocupa especialmente la cantidad de esfuerzos existentes para "aleccionar" a nuestra "perdida juventud" diciendo que todo se hace por "su bien" y para que "sean alguien". Mientras se ocultan de manera imperdonable los esfuerzos de aquellos que han dejado todo a recibir el llamado del Maestro: sacerdotes, religiosas, misioneros, laicos comprometidos, profesionales y personas "comunes" preocupados por propagar el Evangelio en sus ambientes. Incluso entre quienes no tienen convicciones religiosas, hay muchos que se han decidido a dar pasos radicales en sus vidas para poder ayudar a otros, especialmente a aquellos que saben no podrán nunca devolverles el favor.

La esencia de una vida exitosa está, en mi opinión, no tanto en los aplausos y las condecoraciones, sino en las sonrisas recibidas de personas que amamos y que sabemos que, aunque no nos devuelvan necesariamente lo que dimos por ellos, sí nos corresponden el amor.