domingo, 20 de junio de 2010

Aprendiendo a jugar

Hace poco vi un documental sobre Fito Páez, en el que Cecilia Roth -su esposa, hasta donde sé- decía de él: "Se toma la vida tan en serio y tan en broma como hay que tomársela". Y la frase se quedó conmigo.

A veces pienso en lo mucho que me cuesta hacer o seguir las bromas en mi vida diaria, aunque las disfruto muchísimo y me dan la dosis de risa necesaria para irla pasando a pesar de la existencia -no la vida-, esa que no me gusta tanto. Un poco callada y seria al principio, voy sacando mi sentido del humor a cuentagotas, cuando empieza a haber confianza y certeza de que la persona en efecto disfruta el ingenio, ciertas referencias, un poco de humor negro por aquí y un poco de inocencia por allá.

Es precisamente en el sentido del humor donde más se aprecian las diferencias entre una persona y otra, entre nacionalidades y culturas. Hay tantos tipos de sentido del humor como de historias, y de risas. Por eso creo que la frase de Cecilia Roth es tan acertada, porque más allá de tomarse en serio lo que hay que tomarse en serio y bromear con todo el resto, es necesario encontrar en cada uno esa forma especial, única, de tomarle el pelo a la existencia. Esto da salud, y hace que se alargue la vida de verdad.

miércoles, 16 de junio de 2010

Ya va siendo hora

Estaba viendo que la última vez que escribí en este blog fue en octubre de 2009. El tiempo pasa, a veces demasiado lento, a veces demasiado rápido. Es un bicho que anda y anda, como decía La Maga. Y que de paso se va de las manos, como me sucede con cuanto zancudo se cruza en mi camino, para suerte del animal y para vergüenza mía.

Leía un blog de Lauri García Dueñas sobre lo que se siente llegar a los treinta. Tengo 27, lo que me hace estar más cerca de los 30 que de los 20, lo cual a veces me gusta, o me asusta, dependiendo del caso y del momento. Y sentí mi pellejo en esas páginas. Mi sangre, y las entrañas que me he ido sacando y se han ido quedando en el camino cuando he intentado vivir la vida, cuando he querido entenderla, y quizás lo más sabio, escribirla.

Sinceramente me dan asco los insectos, pero muchas veces creo que vivir es precisamente eso: un proceso de descascaramiento continuo, a veces voluntario, a veces forzado por lo que eufemísticamente llamamos circunstancia. Al pobre Oliveira le reventaba. Y yo, con mi vocación de cronopia a veces solapada en un trabajo de 7 a 5 y holidays gringos y responsabilidades y todos los etceteras que caen pesadamente en mi a veces maltrecha soltería, no soy muy diferente que digamos, aunque no tenga 40, ni haya pasado años de mi vida vagando en París.

Veo a mis amigas casarse, tener hijos, o por lo menos estar al lado de alguien con quien planean pasar el resto de sus vidas, y me alegro por ellas, y converso con sus hombres, y cargo a sus niños, y después de todo eso pienso en lo lejos que eso está de mí, o en lo cerca que podría estar sin que me dé cuenta. No sé. Quién sabe, a lo mejor ni lo encuentre en este camino a veces plano y a veces tortuoso por el que camino todos los días despojándome de una piel que me protege y que me pesa.

Pienso en la libertad que siento que perdí cuando regresé, porque al irme y a pesar de ser extranjera, en el lado de allá era más fácil encontrar almas errantes, poéticas, idealistas, a veces antormentadas pero también asombrosamente libres como la mía. No fumo, bebo mi par de cervezas sin remordimientos, disfruto el humor negro más que antes. Como dice Lauri, cambio de ocurrencias, mas no de ideas. Y siempre supe, en el fondo, que no encajaría fácilente, mucho menos aquí. Mi rebelión fue de ideas, y en ese camino se cruzaron las letras para agarrarme con sus garras afiladas y no abandonarme nunca.

Pero a veces no me reconozco, y me asusto. De repente se me duermen las letras, y dejo de leer -de comer- y decido que quizás el dolor el mundo es demasiado grande para mis aletas pequeñas que no terminan de salir, y que bastante tengo con mi propio infiernillo personal. Y de pronto me estremezco, logro adivinar detrás de la cortina la sombra de esa oruga retorciéndose, a veces con una foto, a veces con un libro, o con una historia, la tele o lo que sea. Y siento que llego a casa.

"Hay lugares de los que nunca se vuelve", escribió Pérez-Reverte en El Pintor de Batallas. Hay lugares a los que nunca volvemos también, aunque a veces nos duela, o nos consuele.

Cuando era pequeña decía que los 25 era la mejor edad para casarse, y los 27 para tener hijos. Hoy tengo 27 y bueno, las ocurrencias cambian con uno o con las circunstancias, no se sabe, como el problema del huevo y la gallina. En fin... Después dije que no valía la pena casarse, y que quería ser una académica exitosa y dedicarme a viajar por el mundo. No he viajado por el mundo ni mucho menos estoy en la academia, pero tengo un par de entradillas en mi diario de viajes. Y el sueño de la academia no ha muerto del todo.

Con Don Paquito decidí que no había nada más satisfactorio, casi sublime, que vivir para escribir, pero pronto me di cuenta de que no es lo mismo vivir para escribir que escribir para vivir. Nunca ejercí el periodismo, pero no lo descarto. No vivo para escribir, ni escribo para vivir, pero la literatura sigue siendo mi vida. Lo que hace latir mi corazón todos los días, y lo que me gustaría estar haciendo en el preciso momento en que venga a llevarme la encapuchada, que no debe ser tan mala al fin de cuentas.

Y más o menos por ese entonces vi que no valía la pena vivir si se hacía para satisfacer las expectativas de los que nunca pagarán un recibo tuyo ni se pondrán tus zapatos. Es desgastante, y la vida es demasiado corta. Aún con los etcéteras bajo los que vivo todos los días, en medio de todo ese lodo que amenaza con estancarme el vuelo, viene la escritura como un cuchillo y va abriendome, y va sacándome la piel muerta de encima, y va liberando mis alitas para que las empiece a agitar cada vez más rápido, y cuando menos piense ¡zás! En vez de caminar estoy volando.

"Para qué quiero piernas si tengo alas para volar", dijo Frida. Y yo agregaría "para qué quiero respuestas?". Ya cerca de los 30, una de las pocas certezas que tengo -son pocas las certezas que podemos acumular en esta vida- es que no existen las respuestas correctas, que nuestro destino es morirnos con las preguntas con las que nacimos y con las que fuimos acumulando a lo largo del camino. Entonces, ¿de qué sirve vivir buscando siempre las respuestas? Así que creo que ese es el mejor -quizá el único- propósito de año nuevo que puedo repetir hasta que deje de respirar: que la incertidumbre y el misterio también tienen su gracia.

viernes, 23 de octubre de 2009

Mi sufrimiento doblado - Julio Cortázar

Mi sufrimiento doblado...

Y también no estar triste,
no crecer con las fuentes, no doblarse en los sauces,
Ancha es la luz para dos ojos, y el dolor danza
en lospechos que aceptan sin flaqueza sus fríos escarpines.
Y no decirte ni lejana ni perdida
para no darle razón al mar que te retiene,
Y elogiarte en la más perfecta soledad
a la hora en que tu nombre es la primera lumbre de mi ventana
Benditos sean mis ojos
porque tan alto miraron.

martes, 17 de febrero de 2009

Carnavales Civicos

El domingo pasado se celebraron las elecciones para alcaldes y diputados en mi país, El Salvador. Aunque tuvimos lo que siempre caracteriza los ambientes preelectorales -medios de comunicacion inundados de anuncios de todos los partidos políticos, volantes, vallas publicitarias, eventos, regalos promocionales, y por qué no decirlo, insultos y de vez en cuando una que otra pelea campal- debo reconocer que hay una curiosidad, así del tipo "aunque usted no lo crea", que nunca había notado hasta hoy: Con las elecciones, aun las ciudades más grandes del país recuperan parte del aire provinciano perdido con la "industrialización" -si se puede utilizar ese calificativo- y todo lo que esto conlleva.

Y es que las elecciones parecen un carnaval de pueblo. Así de simple, e interesante. Desde muy temprano en la mañana, incluso antes de que lleguen las personas de las Juntas Receptoras de Votos y los policías, las calles aledañas a los centros de votación, que en su mayoría son cerradas para la ocasión, se van llenando de vendedores de cuanto manjar típico se pueda imaginar: las infaltables pupusas, elotes locos, pasteles de carne y verduras, nuégados. Para los que llegan con sed hay atol, café a domicilio, sodas, refrescos, agua... Los que tienen el estómago vacío, puede encontrar desayunos y almuerzos completos: pollo, carne, pescado, rellenos...

Ir a votar, como ir a un concierto o a un partido de fútbol, no es un placer solitario: se va en familia, con amigos. Es común ver familias enteras con los bebitos vestidos con los colores del partido con el que simpatiza o milita la familia. Otros van como si fueran a misa, o a visitar a los abuelos. Y para los pequeños no puede faltar la comida tampoco: helados, minutas -que es como en El Salvador conocemos las granizadas- algodón de azúcar, dulces... Como dice una tía, "aquí lo que hace falta es estómago". Y a veces también plata.

Si ve de lejos un centro de votación abarrotado de gente, no crea que todos están allí para votar. Muchos, al ejercer su derecho y deber ciudadano y con el dedo ya empapado de tinta indeleble que durará al menos una semana, simplemente se quedan allí observando, platicando, curioseando. Otros hasta preguntan "por quién ha votado?"

Cuando se anda con familias, los lugares ideales para pernoctar son las aceras. Es triste decirlo, pero es en estas ocasiones cuando las aceras vuelven a ser de los peatones y no de los carros, bueno, a menos que se llene de vendedores. Si en las cercanías hay negocios u otros sitios públicos que deciden abrir en esa fecha, pueden tener a más de un curioso que de pronto se cruza por ahí, decide entrar y hasta compra. También es una ocasión propicia para repartir volantes de iglesias u otras causas orientadas a ayudar al prójimo.

En todas esas vueltas, es muy fácil encontrarse personas que teníamos una eternidad de no ver y que ya hacíamos en una mansión por haberse ganado la lotería, o en Marte, qué se yo, para gustos, colores, sabores y lugares. Entre pastelitos, minutas y atol hay espacio para socializar, para saludar a la gente que se conoce, ver otra gente que quisiéramos conocer, o que conocemos por referencias.

Y no podía faltar la música. Aunque se siente la falta del merengue, salsa y reguetón, por momentos se escuchan grabados los himnos de los partidos en contienda, o incluso militantes que se ponen a corearlos. Estos militantes suelen andar con los colores del partido por el que "sudan la camiseta", siempre en grupo, pero tranquilos o animosos dependiendo del momento y de si hay un grupo de militantes del partido contrario cerca. Pero a veces sucede lo insólito: nada menos yo vi a un miembro del partido gobernante, con camiseta, gorra y todo, tomándose fotos con tres del partido contrario. Como quien anda en una excursión. Definitivamente no tiene precio.

Así que si alguna vez siente abrumador el tedio de los domingos, y de paso es época de elecciones, dése una vuelta y vea, huela, saboree todas las atracciones que la fiesta cívica tiene para ofrecerle a usted y su familia. De todas formas pagamos por el carnaval y por el circo en que muchas veces se convierte la política con los impuestos salidos del sudor de nuestra frente. Algo es algo, señoras y señores.

domingo, 4 de enero de 2009

Pronósticos y propósitos de año nuevo

Siempre me hacen gracia los pronósticos de "adivinos", "clarividentes", o bueno, de los que viven de los horóscopos, cada vez que comienza un nuevo año. Desastres naturales por aquí. Catástrofes financieras por allá. O simplemente se agravan las que ya existen. De vez en cuando hasta tocan a cierto político y a una que otra celebridad. Como una vez, cuando en una caricatura de periódico salió un hombre con una bola de cristal diciendo que el mundial de Francia '98 se desarrollaría sin la participación de El Salvador. Sigo a la selecta, es mi país, pero reconozco que el desempeño del equipo es tan decepcionante que no se necesitan adivinos para darse cuenta. Ni siquiera se necesita saber de fútbol, pero eso es punto y aparte.

Empezar un año nuevo trae optimismo, pero ahí cerquita y medio indeseable, como un chicle en el zapato, viene también la incertidumbre. El futuro gusta y asusta. Más bien pensar en él. Imaginarse cosas. Hacerse ilusiones, expectativas, soñar con una promoción laboral o bajar de peso. Más ropa, más cara y más bonita. Un carro. La lista es interminable, y a menudo, cuando el año termina, o se nos ha olvidado lo que queríamos lograr o nos dimos cuenta que desgraciadamente la realidad suele superar a la ficción, y el tiempo y/o el dinero no fueron suficientes.

También es inevitable pasar revista a los errores cometidos, por acción y omisión. Los "hubiera", esos fantasmas que les gusta asaltar de noche o de madrugada especialmente, o cuando alguien los menciona. Y hay años en los que realmente nos hemos pintado para eso, para traer más problemas a nuestra vida por malas decisiones aparte de la "cantidad normal" de problemas que podemos experimentar y que vienen porque quieren, sin cita previa. Sobre este punto, me gusta particularmente cómo lo resume Bridget Jones cuando habla de "cierta cantidad de m..." que la vida te da y cómo después de un período así se puede -y debe!- pasar algo bueno. Y justo en ese momento cae presa.

Pero muchos dicen que es bueno tener propósitos claros e inamovibles cada año que comienza. No me refiero al tradicional "después de las vacaciones prometo ir al gimnasio", "esta vez sí intentaré estudiar más", etcétera. Una prima escribió en 2007 tres cosas que deseaba haber logrado cuando ese año finalizara, y de hecho, se cumplió. Todo. No basta desear cosas buenas. Hay que tener claro qué quiero lograr en este período de tiempo específico y emprender acciones concretas para hacerlo realidad. Podría funcionar, porque uno se concentra en vez de esperar que la suerte toque a la puerta o que todo caiga del cielo.

Así que a escribir esa lista, respirar profundo y... ¡Reiniciar! Suena como un buen propósito, no? ;)

viernes, 12 de diciembre de 2008

Para ayudarnos a esperar

Dadme para mi vida
todas las vidas,
dadme todo el dolor
de todo el mundo,
yo voy a transformarlo
en esperanza

Pablo Neruda, El hombre invisible


Hoy, más que nunca, descubro en estas palabras de Neruda algo que sólo puede aplicarse a Jesús. Es necesario ir al centro de la Pascua, al corazón ardiente del Cordero, del crucificado y resucitado para que el dolor se convierta en ofrenda, para que las puertas cerradas se conviertan en oportunidad, para que encontremos, en medio de todo, un motivo para seguir esperando, una luz que nos indique el camino.



martes, 2 de diciembre de 2008

Volviendo a casa

Pocos momentos se asemejan tanto a la felicidad como cuando nos plantamos ante la vida de frente, con la cara, a veces con la caja de lustre, por qué no, y conseguimos lo que queremos. Pero muchas veces es la vida la que se nos planta, y cuando esto pasa, qué? Adónde ir? Qué hacer? Donde buscar no sólo la solución, sino salvar la cara después de que la vida nos ha dado una buena bofetada y ha dicho simplemente "no"?

Cada quien tiene su forma de lidiar con esa bolsa hedionda y pesada que llevamos en los hombros todo el tiempo, que contiene todas esas plantadas de cara de la vida. Y los errores. Los miedos. La desesperación, la rabia, esa sensación de vagar por el aire, cayendo más bien, y aunque se haga de todo para volver a subir todo se vuelve caer, y caer, y caer...

No puedo decir que el oficio más hermoso del mundo, escribir, funciona para mí como terapia. Ciertamente me ayuda a soportar mejor la existencia en los días malos, a vivir con más alegría los buenos, y a reflexionar hacia adentro cuando las emociones intensas han pasado y lo que queda es la lección por aprender, o la decisión por tomar. Pero es más que eso. Escribir es respirar, estar cerca de eso que llamamos felicidad, plenitud, es vivir. Así que volver a escribir es volver a nacer. Es volver a casa. Y ahora con los blogs, un boletín por ahí, incluso un diario con páginas celestes -el azul tiene esa cualidad especial de infundir tranquilidad y plenitud...- esa vuelta a la vida se hace concreta.

Más en este nuevo año, después de un 2008 intenso, difícil, complicado y extraño, cuando la voluntad está fresca y el corazón calentándose con nuevos proyectos, veo un año en que pueden volver a salir reflexiones, literatura, un poco de filosofía por aquí y teología por allá, y hasta historias cortas.

La rutina es la enemiga de tantas cosas. Y eso incluye la pasión, porque donde la costumbre se instala como una telaraña, no hay lugar para aquello que nos devuelve las ganas de libertad, de correr por algo, como un caballo en las montañas. Y vale la pena emplear tiempo y recursos en ese rescate de nosotros mismos, más en un tiempo como este. Siempre hay lugar para volver a empezar, y cambiar. Para despertar a aquello que nos hace soñar.