martes, 2 de diciembre de 2008

Volviendo a casa

Pocos momentos se asemejan tanto a la felicidad como cuando nos plantamos ante la vida de frente, con la cara, a veces con la caja de lustre, por qué no, y conseguimos lo que queremos. Pero muchas veces es la vida la que se nos planta, y cuando esto pasa, qué? Adónde ir? Qué hacer? Donde buscar no sólo la solución, sino salvar la cara después de que la vida nos ha dado una buena bofetada y ha dicho simplemente "no"?

Cada quien tiene su forma de lidiar con esa bolsa hedionda y pesada que llevamos en los hombros todo el tiempo, que contiene todas esas plantadas de cara de la vida. Y los errores. Los miedos. La desesperación, la rabia, esa sensación de vagar por el aire, cayendo más bien, y aunque se haga de todo para volver a subir todo se vuelve caer, y caer, y caer...

No puedo decir que el oficio más hermoso del mundo, escribir, funciona para mí como terapia. Ciertamente me ayuda a soportar mejor la existencia en los días malos, a vivir con más alegría los buenos, y a reflexionar hacia adentro cuando las emociones intensas han pasado y lo que queda es la lección por aprender, o la decisión por tomar. Pero es más que eso. Escribir es respirar, estar cerca de eso que llamamos felicidad, plenitud, es vivir. Así que volver a escribir es volver a nacer. Es volver a casa. Y ahora con los blogs, un boletín por ahí, incluso un diario con páginas celestes -el azul tiene esa cualidad especial de infundir tranquilidad y plenitud...- esa vuelta a la vida se hace concreta.

Más en este nuevo año, después de un 2008 intenso, difícil, complicado y extraño, cuando la voluntad está fresca y el corazón calentándose con nuevos proyectos, veo un año en que pueden volver a salir reflexiones, literatura, un poco de filosofía por aquí y teología por allá, y hasta historias cortas.

La rutina es la enemiga de tantas cosas. Y eso incluye la pasión, porque donde la costumbre se instala como una telaraña, no hay lugar para aquello que nos devuelve las ganas de libertad, de correr por algo, como un caballo en las montañas. Y vale la pena emplear tiempo y recursos en ese rescate de nosotros mismos, más en un tiempo como este. Siempre hay lugar para volver a empezar, y cambiar. Para despertar a aquello que nos hace soñar.

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